Ese fue el segundo momento en que me planteé matarla, sin embargo tampoco lo hice. La hembra seguía sin salir del nido pero ya tenía edad de comer sola, decidí separarla en una pequeña jaula junto a su hermana. Al pájaro daba pena verlo, lo único que hacía era arrastrarse, dado que no tenía fuerzas aún para volar.
Al ponerse los muñones tan en carne viva decidí ponerla en otra jaula y poner un poco de espuma en el fondo, para que al menos tuviera algo blandito donde apoyarse. Ella malvivia pero sobrevivía, el 90% del tiempo estaba allí apoyada y el resto del tiempo comía y bebía como podía. Pero seguía sin volar.
A mi padre se le ocurrió una cosa, si le ponemos el bebedero arriba no tendrá más remedio que aprender a volar. Al principio lo pasó mal, incluso muchas veces estuvo a punto de deshidratarse, pero se acostumbró a volar hasta el bebedero. Bebía como un colibrí.
Al poco tiempo, acostumbrada ya a esta vida la pasamos a una voladera más grande. La hembra tenía que hacer un esfuerzo descomunal para beber, pero lo hacía. Se había adaptado.
El pájaro siguío en casa varios años, incluso crío algún pollito pero lo que más me llamó la atención es su físico. Gracias al esfuerzo tremendo que tenía que hacer para beber, desarrolló unos hombros increibles, nunca he visto cosa igual.
Como dijo "El Langui" cuando le entregaron el Goya. "Gracias a mis padres por ponerme el colacao más arriba aún".
Excelente decisión y estraordinario canario Andrés ✌️
ResponderEliminar